martes, 22 de abril de 2014

Un nuevo mundo.

La Asociación de Expertos para la Búsqueda de Vida Inteligente (AEBVI) se encontraba en una crisis, ya no quedaban planetas capaces de albergar vida en toda la extensión de la galaxia, sería el fin, solo quedaba n por explorar un puñado de orbes en las orillas de la Vía Láctea.
X69 (Aunque su nombre constaba de 69 números y letras más) se preparaba para aterrizar, dentro de poco la Humanidad tendría que aceptar que estamos solos, este era el último Sistema Solar sin explorar, aun así el grueso de la población seguiría sin creerlo, no importaba, la verdad era la verdad, la verdad era que Andrómeda cada vez se alejaba más rápido, la verdad es que la población aumenta cada vez más velozmente, la verdad era que no habíamos podido llegar a otra galaxia, la verdad es que estamos solos. Y tendremos que extinguirnos con ello.
8 planetas alrededor de un sol tipo mediano, una buena cantidad de planetas para un sol de este tipo, cuatro eran gaseosos y demasiado lejanos para que sus lunas fueran habitables, detectó la “Zona Habitable” del sistema y se dirigió al más céntrico con respecto a ella de los cuatro restantes.
Mucha, demasiada agua, inmensas cantidades de este líquido, una tectónica muy acelerada, rastros de que algo había ocurrido antes, un asteroide o una explosión de Rayos Gamma, algo había alterado el equilibrio natural del planeta.
Encontró restos de lo que parecían construcciones altas y alargadas, eran extraordinariamente familiares; en más de 100 mil años la Humanidad seguía basando sus construcciones en el mismo arcaico modelo, y que curioso, no se había abandonado nunca un planeta, nunca desde esa primera vez.
Entonces lo supo, lo había hallado, el planeta madre, del que huimos por las nubes radioactivas de la última de nuestras guerras mundiales.
Y lloró, lloró de tristeza por esa Humanidad y la hermosura de su planeta que habían abandonado 200 mil años atrás.







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