-Alejandro ¿Qué te pasó en la cara? –Preguntó preocupado
Patricio por su amigo tras encontrarlo bebiendo cerveza a raudales en aquel
sucio bar de pueblo.
-¿Qué, esto? No es nada, unos golpes nada más –Respondió
viendo de reojo púes la hinchazón en su rostro no le permitía voltear.
-No son unos golpes, casi no ves y tu voz es
irreconocible, es más, te apuesto que ni siquiera me escuchas bien.
-¿Qué dices?
-Tenemos que llevarte al doctor Alex, mi camioneta está
afuera si gustas podemos…
-No, no, no, ni se te ocurra moverme de aquí. No visitaré
a ningún doctor por ahora, ya verás cómo con un poco de pomada se baja la
hinchazón.
-Vamos, Alejandro. Cuéntame que sucede.
-No lo haré.
-Lo harás o le contaré a todos lo que sucedió la otra
noche en mi cada, ¿Recuerdas a la Lupe?
-Bueno, bueno, ya basta. Te contaré. ¿Recuerdas aquella
vez cuando me cacharon con la hermana del primo de mi vecino? Púes ahí
empezaron los problemas. Resulta que tras haberme echado esa noche me vine a
beber a este mismo bar, estando yo ebrio y sin dinero comencé a apostar y que
me agarra la tira.
-¿Cómo se enteraron?
-De seguro había un chismoso.
-O tal vez fue el policía de la entrada.
-¿Dejas de joder y me permites continuar?
-Haz lo que quieras.
-Bueno, como sea. Me metieron al bote y en mi celda había
otro preso por asesinato, un tal Jack.
-¿Jack? ¿Jack el de los 300 muertos?
-Sí, sí, ese. Me contó que el Gobernador esconde bajo el
edificio municipal ¡40 millones de pesos!
-Y de seguro tú le creíste.
-Claro, el maldito es un tirano, ¡Canceló los domingos de
cerveza gratis! Eso es de Belcebú.
-Vas a empezar con tus tonterías. Además de ser una estupidez se gastaba la
mitad del presupuesto a programas
sociales…
-Di lo que quieras pero jamás se lo perdonaré.
-¡Por ser un maldito alcohólico!
-Dejas de chingar o me voy. Pero antes… ¡Camarero! Unas
cervezas para mi compa y para mí que yo invito hoy.
Alejandro y Patricio bebieron por horas entre historias y
memorias, intentado separarse un poco de la cruel realidad, como todos algunas
veces, hasta que retomaran el asunto.
-Me contabas, Alex, de esos golpes tan culeros. Que te
contaron no-se-que cosas en prisión.
-Ah sí, lo de la corrupción. Esa noche llegando a mi casa
y tras chutarme unos tequilitas me llené de valor y fui a su casa.
-¿El palacio de gobierno?
-¿Cómo crees? –Dijo riéndose Alejandro- A la casa de su
amante en esos departamentos para ricos detrás del cerro.
-Había escuchado mucho de ese lugar pero nunca pensé que
fuera cierto.
-¿Cómo de que no? Si todo político tiene de una a tres
amantes o amantos, ya ves que con esto de los gustos ya está en chino saber
cómo es quien.
-¿Y luego?
-¿Cómo qué y luego qué?
-Sí, después de llegar a su casa, o la casa de su amante…
o lo que sea.
-Toqué, entre a la fuerza tirando al suelo a la rubia
desnuda de la entrada y le di en su madre al puto por culero.