jueves, 26 de junio de 2014

El inicio del fin.




Dios meditaba profundamente; la luz, la tierra y los mares ya estaban creados, dentro de poco terminaría por completar las plantas y las lanzaría a su vida a la intemperie, los animales lo mismo; patos, vacas, conejos ya habitaban  las planicies terrenales.  Pero no paraba de meditar.
“¿Cuál es mi destino?” no dejaba de cuestionarse, desde el “inicio” de su existencia, es decir desde siempre, no paraba de preguntarse lo mismo, todo el tiempo, cada segundo, cada minuto irreal era insoportablemente quejoso, vacío. Un buen día se hartó de todo y decidió empezar la creación. Por supuesto fue un accidente; felizmente descansaba cuando tropezó y al caer tomó un puñado de vacío que con el calor y la presión de sus manos cobró una nueva forma, la de un átomo, este mismo los siguió sometiendo a las anteriores circunstancias cambiando su estructura y su composición. Con el transcurso infinito del tiempo había logrado crear un universo, poblándolo de vida, así su juego estaba por terminar. Bien podía destruirlo y volver a empezar con nuevas y exóticas formas, lamentablemente conocía su fácil irritabilidad y aceptó que a los pronto se volvería igual de monótono que no hacer nada.
Dios estaba aburrido. Cansado ya de investigar sus intrincados orígenes y tras crear un Universo las posibilidades de diversión se le agotaban.
Hasta ese momento lo mas entretenido había sido diseñar a sus preciosos animales, esos conejillos que brincoteaban de un lado al otro le parecían lo mas fascinante de todo lo que creó, sin embargo algo que había notado era lo rápido que se acababan los recursos en su primer mundo habitado. El problema era grave, si no lo detenía a tiempo en lo pronto todo su sistema se vendría abajo.
“Debo de matar a mis animales” la simple idea le parecía perversa, no podría hacerlo, los amaba de una forma que solo Dios puede soportar. Tras mucho pensar encontró la solución “Mis animales tendrán que morir por su cuenta”. De esta forma se creó la muerte.
A pesar de las medidas tomadas el resultado seguía sin ser favorable, los animales seguían multiplicándose y multiplicándose; la respuesta estaba en otra parte.
Triste y apesadumbrado por la aparente imposibilidad de supervivencia de sus criaturas se dedicó por largo tiempo a mandar y mandar especies al planeta para suplantar a las que se extinguían. Seres y seres recorrieron al arcaico mundo, solamente las de mas fácil reproducción perduraban. Gracias a Dios que las plantas crecían más rápido; otra fantástica idea.
He ahí la solución, si los animales comen plantas ¿Por qué no comen otros animales?
Tigres, leones, lobos, animales que comían a otros animales; el arma perfecta para acabar con la sobrepoblación de sus criaturitas silvestres… Y el remedio exacto para acabar con su aburrimiento. Pero era demasiado trabajo para el mismo, así que creó cientos, miles de ayudantes que le apoyarían en la enorme labor de dispersar estos animales por todo el globo.
Estos maravillosos ayudantes voladores lograron rápidamente hacer realidad la meta de Dios; creó un mundo sustentable y su recreación ya no estaba condicionada; una horda de trabajadores no son fáciles de controlar.
Pero rápidamente el trabajo se agotó; sus criaturas no causaban problema alguno. Por más que metió terremotos, tormentas, cataclismos, las mudas especies ni se inmutaban.
Dios sufrió numerosos golpes de Estado, exiliando muy lejos a los responsables. La falta de acción
Tenía a quien dejarle el poder, había echo lo que le plazca durante varias eternidades. Su poder era infinito, tal vez, solo tal vez si lo heredaba podría al fin alcanzar la muerte.
Y empezó a crear la Especie Humana. Todo el poder de Dios dividido, fragmentado en miles de millones de partes. Pero el Ser Humano no podría solo. Él lo guiaría por los siglos de los siglos, y solamente aquellos escasos ejemplares dignos de aceptación divina podrían entrar a su reino para existir con él como producto inalcanzable de su eterna gloria.
Pero su deseo de autodestrucción igual lo heredaría, solo que ellos nunca sabrán lo que los llevó a tal acto. Pero la misión estaba cumplida, Dios tenía trabajo por hacer.

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