domingo, 26 de octubre de 2014

Voluntad Bendita




En un bus repleto de gente tomaba yo su cintura, la tomaba y sentía su piel caliente, su sangre caliente, sus pensamientos calientes. Tomaba su cintura mientras pensaba en su pelo, en la larga caída que me esperaría si deseara un día lanzarme de él. Su pelo, su cintura, sus pensamientos, su pelo, su sangre y su cintura otra vez; enredados, en conjunto amordazándome al bus y a su presencia.

La gente baja, sube, sube, sigue y baja sin mirarnos tan siquiera una vez; y el idilio sigue y la odisea sigue y la larga vida del amor efímero también.

Años paso sumergiéndome en sus ojos, buscando su alma, destruyendo cual tinieblas las pasiones viejas que no quiere que descubra; y la miro a ella y miro sus amores, su nacer y su morir. Continuo buceando en el mar infinito de su iris, pupila y cristalino, segundo a segundo me parece más humana.

Adoro su humanidad y la de los que viajan en bus, todos poseen en sus ojos los residuos de una vida malograda, un escandaloso anhelo por morir; pero siguen viviendo y viviendo y viviendo una y otra y otra vez sin vernos a nosotros ni al muerto que habita en ellos y se levanta cada mañana a seguir la misma rutina de su disfraz.

Benditos seamos nosotros que no nos rendimos ante tan bajos instintos, que hacemos lo que el amor, una fuerza superior, nos indica pues diario sufrimos, amamos por nuestra propia voluntad; ya mañana volveré a tomar su cintura y a perderme en sus ojos y a nadar en su pelo otra vez y otra vez... Y otra vez.

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